Höga Kusten Winter Trail 2018

HÖGA KUSTEN WINTER TRAIL 2018
Skuleskogen National Park (Suecia)
2018-02-24
Distancia: 50 km
Desnivel positivo: 1950 m+
Tiempo: 08:42:53
Posición: 17
Posición categoría: 14
Vídeo oficial post-carrera

El pasado viernes 23 de febrero ponía rumbo a Höga Kusten -o ‘La Costa Alta’-. Territorio salvaje a 500 km al norte de Stockholm, considerado como una de las perlas naturales del país escandinavo y nombrado patrimonio natural de la humanidad por la UNESCO en el año 2000.

Por otro lado, lo que inicialmente y ya de por sí se perfilaba como gran aventura invernal, iba a sobrepasar cualquier expectativa al desarrollarse en plena ola de frío, con temperaturas mínimas de hasta -20C (-27C de sensación térmica) y un terreno que acumulaba el mayor espesor de nieve registrado en los últimos 50 años.

Por dónde empezar a contar esta historia cuando nada de lo que has hecho anteriormente se parece, ni por asomo, a lo recientemente vivido. Quizás compartiendo algunos datos y curiosidades sobre cómo se desarrolló la carrera, para poner la experiencia en perspectiva:

  • 100% del terreno nevado, con espesores puntuales por encima de los 125 cm
  • Temperaturas entre -15 y -20C con sensación térmica de hasta -27C
  • Agua en botellas soft-flask congelada en cuestión de minutos
  • Vello facial convertido en carámbanos
  • Cruce de secciones sobre el mar completamente helado
  • Lista de ropa utilizada:
    • Gorro fino
    • Buff sobre el gorro
    • Camiseta térmica fina
    • Camiseta térmica gruesa
    • Cortavientos de membrana
    • Chaqueta softshell
    • Buff al cuello
    • Buff para proteger la cara/respiración
    • Guantes térmicos
    • Manoplas de membrana
    • Mallas largas térmicas
    • Sobre-pantalón de membrana
    • Polainas
    • Calcetines térmicos
    • Zapatillas de trail de membrana y clavos
    • …y todo ello acompañado con una coqueta capa de hielo!

La salida de la prueba, iniciada a las 09:00, se realizaba desde una ubicación por la que ya no volveríamos a pasar el resto del día. Y es que no se trata de una carrera circular, sino que atraviesa el parque nacional de norte a sur y, dependiendo de la distancia acometida por cada corredor (25, 35 o 50K), se incluían uno o dos circuitos diferentes que pasaban por la zonas oeste y este del parque, respectivamente, con la peculiaridad añadida de que cada corredor podía elegir distancia sobre la marcha.

215 corredores tomábamos la salida, yo personalmente con la única pretensión de disfrutar el día y no apretar de revoluciones. Teniendo en cuenta el frío y cómo estaba el terreno, era una estrategia conservadora y, creo, correcta. Simplemente me preocupé de ‘hacer algún amigo’ antes de la salida para hacer la carrera un poco más amena, así que me uní a un grupo de ‘locales’ que también iban con la idea de completar los 50K.

El pistoletazo de salida nos pilló en la cola del pelotón, por lo que el resto del día fuimos pasando por traza ya marcada por los demás corredores. No es lo ideal cuando la senda es una marca creada a base de pisadas y de la cual no se puede escapar a no ser que quisieras acabar hundido en la nieve hasta la ingle. Adelantar posiciones no era una opción, al menos no hasta que el pelotón se estirase o al llegar a cada avituallamiento, por lo que la estrategia de llevar un ritmo tranquilo pero constante se reafirmaba casi por imposición natural.

Al principio del día el cielo lucía gris, pero el ambiente estaba en calma. Gracias a eso y pese a las bajas temperaturas, creo que no hubo mayores complicaciones ni problemas de hipotermias. El mismo día, con viento, hubiese sido hasta peligroso, en mi opinión. Pero tuvimos suerte y disfrutamos de esa calma durante toda la jornada, incluso con cielos despejados pasado el mediodía y hasta el anochecer, cuando crucé la meta.

Después de 10K encontrábamos el avituallamiento, que era el mismo para toda la carrera y por el que se pasaba hasta 3 veces dependiendo de la distancia. Perritos calientes, bolas de avena y cacao, pepinillos ‘crujientes’ congelados por el frío (véase foto abajo) y bebida isotónica caliente hicieron las ‘delicias’ de todos los corredores. Obviamente, parar a comer o beber por más de 1 minuto era caer en enfriamiento, así que todo el mundo daba paseos al trote por la zona de avituallamiento hasta estar listo para seguir, e incluso algún espabilado tomaba posición junto a la barbacoa donde se asaban las salchichas para los perritos. Muy listos! Para entonces yo ya había notado que mi compañero de aventuras llevaba un ritmo mucho más tranquilo que el mío, pero no me preocupaba porque para mí suponía una cuestión de tiempo llegar a meta, más que de esfuerzo, y me iba a dar una oportunidad para disfrutar el día, sin prisas.

La segunda sección (de 4 para completar el total de 50K) eran otros 10K, esta vez alrededor de una zona elevada que habíamos pasado previamente por una de sus vertientes. El terreno en general de esta zona es muy ondulado, pedregoso (aunque totalmente cubierto por la nieve y el hielo en esta ocasión), lleno de bosque de abetos que solo da paso a ver más allá desde zonas ‘altas’ y con elevaciones limitadas a los 300 o 350 msnm, por lo que los ascensos continuos desde nivel del mar se superan más o menos rápido y el reto consiste en mantener un ritmo constante frente a tanto cambio de inclinación. Las vistas eran increíbles, y no había visto tanta nieve junta en mi vida. Los abetos, especialmente en zonas de umbría, aguantaban más masa de nieve que árbol, como si fueran grandes conos de algodón. Y la tranquilidad del bosque helado, en absoluto silencio… una experiencia de paz única, que se transforma completamente en otras épocas del año más cálidas y fértiles. Al cerrar la etapa, habíamos empleado 3h45′ para apenas 20K, muestra de la complicación añadida por el estado del terreno. Nuevo paso por el avituallamiento, y a por la etapa de costa, siguiendo la linde del mar, completamente congelado, nuevamente a paso de crucero por zona boscosa.

Había salido el sol y nos disponíamos a afrontar la etapa más espectacular de las que formaban la carrera. El grueso de corredores no iba a pasar por aquí, ya que solo 28 de los 215 terminamos el recorrido total, y ésta era una zona reservada únicamente para los corredores de la distancia larga. Por suerte, esto también significaba que el terreno estaba menos ‘roto’, la nieve más dura y compacta y las zapatillas con clavos conseguían traccionar mejor sobre la nieve, favoreciendo el avance. Así, de la costa al bosque, del bosque a la costa, sobre el mar helado y alrededor de un sistema de islas para atacar después otra elevación de 350 m y tener a nuestros pies una de las vistas más espectaculares que he disfrutado en mi vida. Un archipiélago de kms y kms completamente literalmente atrapado en un mar de hielo. El bosque a nuestro alrededor, y también en la distancia, desprendiendo vaho generado por el frío extremo, el sol cayendo sobre el horizonte y dando al cielo tonos de toda la gama entre el azul más intenso hasta el naranja más incendiario. Un espectáculo natural.

De nuevo paso rápido por el avituallamiento, por tercera y última vez después de 36K, a falta de 14 para meta. Después de más de 6h de marcha y viendo que hemos llevado un ritmo muy tranquilo y que estoy con fuerzas, me despido de mi compañero de aventuras para afrontar el fin de fiesta a mi propio ritmo. Tenía ganas de probar el cuerpo, sin llevarlo al límite, pero sintiendo que el avance sobre el terreno era más progresivo. Y para poner algo de contexto a la situación, decir que al final del día aventajé al compañero en casi 1h15′. Este último tramo comenzaba con 2 kilómetros de carretera, helada y sin llegar a ver el asfalto, pero mantenida por la maquinaria de la zona, lo cual significa que fueron los únicos kms en los que las zapatillas y los clavos permitían un avance a ritmo, lo cual aproveché para dar algo de tregua al cuerpo, manteniendo una postura más estable y aliviando el ‘traqueteo’ incesante de las horas previas. Pero pronto volvíamos a la dinámica del día, de nuevo sobre una senda inestable y enfilando el camino dirección a Skuleberget, la mayor elevación de la zona con sus casi 400 msnm. En este tramo conseguí adelantar a 10 corredores que también participaban en la distancia larga (de un total de 28 que completamos los 50K), lo cual unido al tiempo que saqué a mi compañero en meta me hace pensar que para una futura edición podría estar mucho más adelante. Ya se verá, de momento queda en la cabeza como un ‘posible’.

Desde la cima de Skuleberget, otra vista mágica ofrecida por la luz del atardecer y de la luna, reflejadas simultáneamente sobre el paisaje helado. La gama cromática que se apreciaba es indescriptible, y la foto de abajo definitivamente no hace justicia a la realidad.

Desde aquí simplemente quedaban 2 kilómetros más hasta la meta, en un descenso bastante pronunciado pero que el espesor de la nieve permitía salirse de traza para avanzar a grandes zancadas. Fue uno de los puntos más divertidos del día, ya con el frontal sobre la cabeza, y que sin duda, ayudado por la adrenalina, daba una tregua a la sensación de frío de ese momento (acabamos el día a -20C con sensación térmica de -27C).

Cruzaba la meta después de 8h42′ en la posición 17 de 28 corredores que completamos los 50K, de un total de 215 participantes que en su mayoría escogieron la distancia de 25K. Pero más allá del resultado, la experiencia en sí eclipsa cualquier otro pensamiento sobre clasificaciones y cábalas. Höga Kusten Winter Trail ha sido algo, sin duda, para repetir y que ha dejado huella en mí. Al principio por todas las incógnitas generadas por la climatología, y al final por todo lo contrario, lo mucho que he disfrutado de la nieve, el estado del terreno y incluso el frío, y también por lo bien que se ha adaptado a todo ello mi cuerpo.

Veremos si en 2019, pero sin duda, volveremos a HKWT!

Gracias a todos por el apoyo, y por leer hasta aquí.

 

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